octubre 15, 2014

Sueño robado

Era de noche cuando caminaba por una fría calle santiaguina. Tomé el teléfono para mensajearme con ella, le decía que pronto llegaría a casa, que la extrañaba, y que cuando estuviera cerca le mensajería nuevamente para que pudiese abrirme la puerta del pasaje donde vivía (el timbre estaba malo y era la única forma de poder entrar sin esperar un milagro ahí fuera). Iba llegando cuando fuera de la única y concurrida botillería del sector, se acerca un tipo de dudosa procedencia y rectitud: "pasa la weá", me dijo refiriéndose a mi teléfono celular. Medio sorprendido y medio enojado, trato de emular su precariedad lingüística y le respondo en su mismo nivel educacional: "hácela pa allá weón, hácela pa allá", le dije, al mismo tiempo que le doy un empujón para abrirme paso y seguir caminando. Mientras el delincuente huía temeroso ante mi inesperada reacción, me digo para mis adentros "flaite de mierda". Justo cuando estaba a punto de enviar el mensaje que decía "abreme la puerta", desperté.