julio 26, 2013

Banda Sonora

Esta mañana desperté de inmediato. Tenía mucho que hacer, pero como pocas veces ha sucedido antes, hoy no sabnía muy bien cómo llevarlas a cabo. Como pocas veces, han sido dejadas al azar... Tomé desayuno, lentamente, como saboreando cada sorbo del café en la mañana esperando no ver la taza vacía. Es una de esas mañanas frías en que el único consuelo a las bajas temperaturas es tener una taza de algo caliente en las manos, sea café, té, una sopa, lo que sea. Quizás fue una mala idea disfrutar la lentitud y parsimonia del café, ahora debo salir apurado esperando que alguna micro se digne a pasar por el paradero para poder llegar a mi destino final. Recorro lugares, veo personas, nada familiar salvo porque este recorrido lo hago cada vez más seguido; pronto se volverá habitual.
Me bajo en el centro, en plena alameda emprendo mi rumbo a pie para hacer mis trámites cuando de pronto en una esquina y esperanzo la luz verde en el semáforo para cruzar veo a alguien con audífonos. Debí salir tan apurado que olvidé sacarlos antes para escuchar la música que llevo en el celular. Al poner play pasa lo mismo de siempre: todo se transforma en un mundo aparte. Ahora no soy yo sumido en un mundo salvaje en que nadie mira a nadie y pasan todos por el lado empujándote con premura; ahora son ellos y yo. Ahora el mundo se detiene en cada compás, todo es más lento, todos se dejan ver con cada beat... la música lo dice todo y no dice nada, he ahí lo interesante. Es ecléctica, cada uno la puede interpretar como mejor le plazca según cada momento.
Ahora los dejo. Voy a escuchar música. No concibo mi vida sin ella...