Santiago de Chile, abril de 2009
Estimados Compañeros:
Estas líneas surgen de lo que he percibido estos días en la calle, en los amigos que se me acercan, en la gente que me rodea y en mi propia experiencia personal. Comparto la preocupación que generó la noticia de mi salida de la universidad, pues yo mismo estuve envuelto en ese estado desde el término de las clases, el año pasado.
En este tiempo de idas y contramarchas, guardo en mí los mejores recuerdos que pueda tener del tiempo que estuve en la UNAB. Mis amigos, los lazos que uno comparte cada día con todos ustedes, tengan por seguro que los llevo en mí.
La decisión del cambio no es algo que surge de un día para el otro, sino que es todo un proceso complementario de situaciones que particularmente en el último año, podría haber ocurrido en cualquier momento (casi como una bomba que está por estallar), porque ya hay un cansancio que no se condice con el rendimiento académico que supuestamente se debiera producir. Vale mencionar entonces todo lo vivido al interior de TRICEL, en que ni siquiera contábamos con las garantías mínimas por parte de las autoridades para poder realizar las funciones como corresponden y que la comunidad estudiantil nos había encomendado; y a esto, obviamente, sumarle las amenazas constantes que afectaron no sólo a TRICEL, sino que también al Consejo de Delegados (CC.DD.) y al Centro de Estudiantes (CEDE), cuyo resultado es la renuncia de ambas organizaciones universitarias casi simultáneamente, porque al igual que la gran mayoría de todos los que estudiamos en esta Facultad, no quisimos que unos pocos irresponsables, mediocres y caprichosos pasaran a llevar a toda una Escuela de Derecho. Este contexto inaceptable de falta de compromiso hacia los demás dejó conjuntamente entrever la gravedad de la situación que debíamos abordar. Situaciones como éstas generaron un nudo de tensión que hicieron desestabilizar la institucionalidad al interior de la Facultad y por consiguiente, creó una desmotivación general, más aún siendo miembro de un órgano estudiantil, que traté de buscar en las autoridades la respuesta a gravísimos actos que incluso rozaron en lo delictual (respuesta que, dicho sea de paso, jamás existió). O situaciones de las cuales pude ser testigo, en que era imposible siquiera osar a emitir opinión alguna o intentar colgar un lienzo por ejemplo (completamente inofensivo por lo demás), pues se vivía con el persistente miedo de que por antojo de un alto cargo, la expulsión o el sumario administrativo estaba ad-portas (como si tener ese famoso cargo administrativo diera las licencias para crear un ambiente dictatorial); la prohibición de pensar y de opinar, no es entendible en una universidad cuyo lema es “Tradición y Modernidad”; éste fue el motor de mi salida, la justificación de todo. Igualmente, hay cosas de las cuales me siento orgulloso pero otras que me parecen casi vergonzosas (como ciertos personajes que rondan la Facultad y que se lavan la boca hablando de libertad de expresión, de democracia y finalmente no son más que mascotas del cinismo, la hipocresía y la mentira, vendiendo sus discursos de rebeldía barata, haciendo que nunca queden mal con nadie), pero son apreciaciones que prefiero guardarlas para mí, son juicios además muy subjetivos de cada momento. He sido, soy y seguiré siendo una persona consecuente con su pensar y con su actuar. De esta forma, en el futuro, no voy a querer mi nombre asociado a una universidad con la que lamentablemente, no comparto los mismos ideales, una universidad que ya no considera personas, simplemente consumidores (o clientes). En ese aspecto, es una decisión inteligente la de no seguir aquí, considerando que es un proceso que se va agudizando hasta el punto en que ya no se puede revertir.
Cortar por lo sano es, precisamente, hacer valer mi salud mental por sobre todo. En lo que a mí respecta, este deterioro personal, conlleva otros proyectos, prioridades y anhelos personales. Mi estadía en esta universidad, de una u otra forma, ya estaba agotada; sentía la sensación de un futuro mucho más incierto y poco a poco perdí el entusiasmo que genera encontrarse en una universidad en la que ya no es grato estar.
Los recuerdos que tengo de cada uno de ustedes, los llevo conmigo a todas partes, me quedo con los lazos de amistad que creé en estos 2 años y los que no cambio por nada.
Dentro de TRICEL, realmente hay que tener un ánimo gigante para poder enfrentar la cantidad de cosas bestiales que pasan. Pero nos sentíamos tan unidos, era un trabajo tan grande el que estábamos haciendo que ni con hostilidad (amenazas o injurias públicas incluidas) pudieron tratar de mermar el gran trabajo que realizamos. Fuimos siempre al frente con todo, no nos callamos ante nada y seguimos trabajando como siempre. Eso habló del espíritu inquieto que nos movió a cada instante, y no sólo a nosotros, sino que motivó también a media Facultad, aunque sea por una semana, a hablar, a no callarse, a desenvolverse, a ir contra lo que no compartían, a crearse una identidad… a opinar!. Me enorgullece el haber trabajado con gente tan capaz para todo como la Paz, la Javiera, Moisés y Valeria, un grupo humano que trabajó siempre con fuerza, aún cuando era todo adverso.
En este momento no me retiro conforme con todo lo que hice y viví al interior de la Andrés Bello; me retiro feliz. Cumplí mi sueño más importante, que es entregar mi vida a una carrera tan significativa para mí como es la carrera de Derecho. Sepan ustedes, que de aquí en adelante, seguiré ligado a la carrera, no hay nada que me parezca tan importante como es el espíritu del servicio público.
Por otra parte, lamento mucho la demora de esta declaración, sabía que vendría mucha presión y por eso creo que va a sorprender a muchos (no es que haya estado dedicado a despistar ni nada de eso). Aunque nunca he renegado de nada de lo que haya hecho, creo que donde radica mayormente la comodidad para sentirse bien es en la libertad. Estoy ahora en una etapa mucho más expansiva, es un gran hallazgo para mí seguir otra ruta y significa además el primer paso para un nuevo ciclo que se abre.
Me gustará canalizar también mediante el curso de estas letras, todos los parabienes a mis compañeros de TRICEL, pues sé que no los pasarán a llevar; no pudieron antes, con menor razón podrán ahora. Mucho éxito!
Y a todos mis amigos, aquellos compañeros de ruta con los que pasamos un montón de momentos buenísimos, momentos difíciles, de alegría constante que creo que tendré puntos de emoción y nostalgia a lo largo de toda mi vida después. Gracias por confiar en mí y sobre todo, gracias por darme su amistad y apoyo incondicional.
Un fuerte abrazo & hasta pronto…
Felipe A. García de la Huerta C.