enero 22, 2014

Asteroides

Miré el reloj en mi muñeca, faltaba un minuto para que fueran las 9:15 de la noche. Como tantas otras veces miré al cielo buscando la Luna y una que otra estrella luminosa que siempre acertaba en aparecer. Estaba en eso cuando de pronto una luz se movía como llevada por la fría brisa de esa noche; inmediatamente reparé en la imposibilidad de esa idea porque a semejante altura no podía bailar con el viento. Pensé también en un avión: no era tan descabellado, salvo porque el objeto carecía de luces intermitentes. Finalmente llegué a la misma conclusión de siempre: cerré los ojos y pedí un deseo a aquella estrella que paseaba en el cielo por última vez antes de morir.